Cazar relámpagos es satisfacer mi necesidad creativa y al mismo tiempo
mi búsqueda por adrenalina. Es adentrarse en la tormenta lo más posible para
capturar el poder y fuerza de la naturaleza con la belleza del desarrollo
urbano de nuestra civilización y verlas coexistir en una fotografía.
Esa necesidad me mostró la oportunidad de fotografiar relámpagos de una
forma única.
Cuando estoy en medio de la tormenta y cae un relámpago, todo va en
cámara lenta, puedo observar su recorrido completo, ver como su luz transforma
la noche en día por un instante y sentir como el trueno hace vibrar todo a mi
alrededor. Es un momento intenso, la felicidad y el temor me estremecen con esa
combinación emocional tan inusual pero que sin duda alimenta mi alma, mi vida…
Son fotografías de alto riesgo y no hay un proceso o un método para
lograrlas. La intuición, perseverancia, creatividad y locura han sido mis
principales virtudes para lograrlo. Pero no es sólo eso, hay otras dificultades
técnicas que complican más las cosas, por ejemplo evitar que la cámara se moje
o que no haya gotas de agua en el lente al tomar la foto, estás expuesto y
debes estar listo en el momento preciso.
Cada relámpago es único y sus formas caóticas también conocidas como
figuras de Lichtenberg me parecen tan familiares, las he observado en otros
lugares como en las raíces de los árboles y plantas, las venas y arterias en
nuestro cuerpo, en la desembocadura de un río al mar, están en más lugares de
los que pensamos. Es como si esas formas fueran pinceladas características de
quien creó el universo.
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